Autocompasión es una de esas palabras que para la mayor parte de las personas tiene una connotación negativa. Estamos educados para evitarla y consideramos que lo correcto es exigirnos cada vez más.

Hemos hecho de la autoexigencia nuestra forma de vida, somos mucho más exigentes con nosotros mismos que con los demás y en la mayor parte de los casos ni siquiera nos damos cuenta del daño que nos hacemos. En gran medida, esa exigencia extrema, se ha convertido en la causa principal de nuestra infelicidad.

La autocompasión no implica conformarnos con lo que no nos gusta o darnos un baño de autocomplacencia. Por el contrario, está relacionada con darnos un respiro momentáneo y evitar bloquearnos con pensamientos de autocrítica y enjuiciamientos desmedidos que nos impidan continuar.

Tratarnos con compasión nos puede ayudar a tener menos miedo al fracaso pero, lejos de hacernos conformistas, nos hace estar más dispuestos a asumir riesgos, nos ayuda a reducir el nivel de ansiedad y nos permite darnos otra oportunidad para hacerlo mejor y alcanzar los objetivos que nos hayamos marcado.

Cuando nuestro nivel de autoexigencia es muy alto, tratarnos con compasión puede resultarnos difícil. Estos 4 pasos pueden ayudar:

Reconoce el sufrimiento:
Pon el nombre correcto a las cosas. Si estás pasándolo mal, para y reconócelo. No lo tapes, no le quites importancia y pide ayuda si fuera necesario.

Recuerda que no eres el único al que le pasa
Recuerda que el ser humano no es infalible y que todos, en algún momento, nos hemos equivocado y nos hemos sentido frustrados.

Entender que no eres el único que se equivoca, te ayudara a aceptarlo y a no tratarte con tanta dureza.

Relativiza la situación y ponla en perspectiva.
Hay veces que cuando nos equivocamos parece que nos va la vida en ello. En esos momentos, para y ponlo en perspectiva, ¿dentro de un año, de dos o de cinco, qué importancia tendrá eso en tu vida?

Reconstruye sobre lo positivo.
Por grande que haya sido el error, seguro que no todo el proceso ha estado equivocado. Busca lo positivo y reconstruye desde ahí. Reconoce lo que ha funcionado, aprende de ello y date un respiro.

Y…si nada de lo anterior funciona, respira, date un tiempo y contéstate a esta pregunta: ¿Crees que en el momento en que lo hiciste, sabiendo lo que sabías y con las herramientas/información/recursos con los que contabas, podrías haberlo hecho mejor?

En la mayor parte de las ocasiones hacemos las cosas lo mejor que podemos, ¿no crees que mereces un poco más de comprensión por tu parte?