Está demostrado que, para sentirnos bien, la mayoría de las personas necesitamos sentirnos especiales y no solo eso, necesitamos considerarnos mejores que los demás, superiores a la media en todas las facetas de nuestra vida.

Aquí es donde se genera un gran problema. Todos podemos destacar en varias facetas de la vida pero, por buenos que seamos no podemos ser los mejores en todo. Parece de perogrullo. Podemos entender que ser el mejor implica que haya alguien peor, pero nos negamos a aceptar que seamos nosotros los que, alguna vez, no salgamos bien en la foto.

Para defendernos de esa posibilidad, inflamos nuestros egos y despreciamos a los demás. Si tenemos que sentirnos superiores para sentirnos bien, ¿cómo vamos a ser honestos al juzgar las situaciones? Nuestro ego se siente mucho mejor cuando puede culpabilizar a otro y salir él indemne.

Temporalmente el remedio funciona pero, al final, lo que sacamos de esta situación ficticia es mantenernos inmovilizados entre el conflicto y la vergüenza. Solo seremos capaces de salir de esa trampa cuando seamos capaces de hacernos responsables de nuestros actos.

Muchos somos extraordinariamente duros con nosotros mismos cuando, finalmente, somos conscientes de nuestros errores. El darnos cuenta de que, en alguna faceta, no hemos alcanzado el nivel que nos habíamos impuesto nos lleva a la autocrítica más devastadora. Nos sometemos a un juicio implacable y tristemente, nos negamos la compasión que ofreceríamos a cualquier amigo en una situación similar, pudiendo llegar a causarnos un enorme daño emocional que podríamos evitar dándonos un poco de cariño.

La próxima vez que te descubras castigándote por algún error, antes de seguir adelante retroalimentando tu angustia con más angustia, para un momento y piensa que le estarías diciendo a un amigo que te estuviera contando ese problema. ¿Estarías siendo igual de duro o habrías sido capaz de encontrar algo sobre lo que construir?

Cambia la perspectiva y aconséjate como aconsejarías a tu amigo. No solo te darás un mejor consejo sino que te sentirás querido y atendido por la única persona que estará contigo siempre: tú mismo.